Sí, sí, síiiiiiiiiiiiiiiii

Me pregunto cuanto cuesta una sesión con un psiquiatra. Lo digo en serio. Tengo curiosidad por saber qué te cobra un señor o señora por escuchar tus penas o por subirte la moral, y qué sensación tendrás después, si de pérdida de tiempo o de que te han ayudado de verdad; y me gustaría saber también si alguna vez consiguen colocarte al límite de euforia. Porque yo, por el módico precio de lo que cuesta una matrícula y un par de libros (vale, caros) me sentí flipar. Flipé cuando, diez años después, llegué con un nudo en el estómago a ese centro enorme, cuando entré a un aula con cientos de personas, cuando coloqué mis bolis encima de la mesa y cuando repartieron el examen. Toqué el cielo cuando vi las preguntas y escribí, y escribí ... y sólo me faltó compartirlo a la salida con algún compañero, pero como no conozco a ninguno cogí el teléfono y, en el primer semáforo llamé a mi madre.

Ayer conseguí demostrarme a mí misma que no tengo el cerebro acorchado y que sirvo para algo más que para cambiar las grapas a la grapadora. Es lo que quería.

Ayer, por unos momentos, me sentí completamente feliz.