¡¡Sorpresa!!

Cuando se casó mi hermana (creo que hace seis años por estas fechas) y se puso a empaquetar sus cositas para irse a su casa encontró, así, como el que no quiere la cosa, un sobre con setenta mil pelas primero y una cajita con unas veinticinco mil. Total, casi cien taleguitos o veinte mil duros, que diria mi padre, (el lenguaje es por nostalgia de la peseta) que tuvieron que ir a cambiar por euros al Banco de España. Ni sabía desde cuando llevaban allí. Yo fliplé, claro, porque lo más que se me había llegado a despistar habrá sido un billetito de cinco euros en cualquier pantalón (siempre en el bolsillo de atrás "por si acaso") y aquello, de verdad, me parecía impensable.

Pero este mismo año después de las vacaciones, cuando volví a Madrid y empecé a ordenar mi ropa, en el cajón de los calcetines encontré un montoncito. Por más que he pensado y por más tiempo que le he dado a mi cabeza (casi dos meses ya) para recordar para qué era ese dinero, he sido incapaz. Supongo que lo "apartaría" para cualquier pago que luego hice por otro medio porque, que sepa, tampoco tenga ninguna deuda que liquidar en casa y en efectivo.

Así que, visto que le he dado al asunto un tiempo más que prudencial para desentrañarlo, que estamos en pleno cambio de temporada, que los hijos ya los tengo casi apañados de cara al otoño y que ya tenía la firme intención de dedicarme el fin de semana con compritas varias, mañana me voy a buscar esto, esto, esto y esto ... y lo que caiga.

Que alegría dan estas cosas. ¿Os ha pasado alguna vez?