jueves, 11 de abril de 2013

200 de ida, 200 de vuelta y dos peajes.

Después del post ñoño del martes, me puse tacones para ir a clase (y hoy pienso hacer lo propio y, quien sabe, lo mismo con falda o vestido). Ayer, excursión express a Valladolid, donde visité a mi Samanta particular (mención aparte en próximo post). Me llevé un poquito de acá y otro poquito de allá para agasajar y hacer la estancia más llevadera (si es que se puede).



Como prueba de nuestro paso por allí, nos retratamos debajo de esta macroescultura de Javier Mariscal y debatimos sobre su sentido y, en estos tiempor que corren, lo que nos habría costado (parece ser que ha sido un regalo). 

Los años de bonanza económica han dejado en nuestro paisaje cositas como esta.

¿Os gusta?

6 comentarios:

  1. Llama la atención... pero gustarme no me gusta. No decoran con gusto la ciudad unas cuantas sillas gigantescas mal colocás.

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  2. No me gustan nada aunque sean de Mariscal. Es la puerta de mi trabajo y tras varios años viéndolas a diario, siguen sin gustarme.
    Pilar

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    Respuestas
    1. ¿En serio? Pues por esas tierras anduve yo ayer!

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    2. En serio. Salvo que haya otra escultura igual por la comunidad ;). Allí estoy casi a diario.
      Pilar

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  3. Pssss se ve algo frío, tal vez viendo toda la plaza...

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  4. Pues a mí sí que me gustan. En mi opinión no tenemos la vista educada para el arte. Viviendo en un país de artistas y el arte es uno de los grandes olvidados de la educación.
    Además si no existieran esas sillas no habría foto en ese lugar ni debate, y el debate siempre es interesante.
    Besos
    Emma

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